Felicidad, ética y los hilos invisibles del destino
Comenzamos una nueva partida. Vemos a Brandeis, el protagonista del día de hoy, cayendo hacia su destino, una muerte inevitable. En este corto viaje Brandeis se encuentra en calma ya que, por más de que su vida está a punto de terminar, sus últimos pensamientos se centran en una simple pregunta. “¿Cuando es que sellé mi destino?”
Luego del trágico final arranca The Red Strings Club, una historia de Deconstructeam (Gods Will Be Watching) que se centrará en el viaje de nuestro mencionado protagonista hacia su fatal fortuna. El juego nos presenta un setting cyberpunk futurístico, con todo lo que eso conlleva: androides, implantes cibernéticos, mega-corporaciones con fines dudosos y un barman doble agente que tiene mucha, mucha información.
El rol de corporación maligna lo toma Supercontinent Ltd., siendo pionera en revolución tecnológica, la cual “ayuda” a las personas a mejorar distintos aspectos de su personalidad mediante implantes con forma de vasija. ¿Raro, no? Los adorables miembros de esta empresa están a punto de lanzar un nuevo programa llamado Social Psyche Warfare: una super-modificación que elimina el miedo, enojo y depresión de la mente humana. Pero Donovan, nuestro barman preferido, sospecha que hay algo raro detrás de dicho proyecto, que será desplegado sin el consentimiento de las personas afectadas por el mismo.
The Red Strings Club se desenvuelve con una narrativa pesada y elementos de investigación que exploran el significado de la felicidad, del destino y los hilos invisibles que mantienen a las personas unidas sin siquiera saberlo. Se nos presentan decisiones difíciles con consecuencias totalmente inesperadas que nos llevan a conclusiónes tanto explícitas como sutiles que van dándole forma a la historia.
Cada personaje de The Red Strings Club tiene su propio segmento en cuanto a gameplay. Donovan se encarga de “leer” el estado anímico de sus clientes y servir tragos que ameriten a la situación, mezclando distintos licores para cambiar dicho estado y así obtener información directa del personal de Supercontinent. Por otro lado, Brandeis, utiliza sus habilidades de hacker para hacerse pasar por estos empleados y manipular a otros para que cumplan su cometido. Finalmente tenemos a una nueva integrante androide, Akara-121, la cual se encarga de moldear implantes que modifican la personalidad de los clientes de acuerdo a sus necesidades.
La trama del juego va desde los típicos diálogos cyberpunk-cliché, hasta serias conversaciones de ética y moral que atrapan desde el minuto uno. Se muestran situaciones hipotéticas en las cuales deberemos decidir qué aspectos de la mente humana queremos eliminar completamente de la sociedad, lo cual parece muy fácil a simple vista: eliminar la violencia, la corrupción y el crimen de las calles parece bastante lógico después de todo. Pero al momento de contestar y decidir, el excelente guión que tiene The Red Strings Club hace agujeros en nuestra lógica, haciéndonos cuestionar si moldear las reglas de la sociedad de acuerdo a nuestras propias decisiones es hipócrita. ¿Que tan distinto es el camino que tramamos para poder detener a alguien que, al fin y al cabo, está haciendo lo mismo que nosotros pero en mayor escala?
Conclusión
En esos momentos, The Red Strings Club brilla de manera astronómica, poniendo un espejo frente al jugador y haciéndonos dudar de nuestras propias creencias. Del bien y el mal. El juego llega a su fin, Brandeis sigue cayendo al vacío, pero eso ya no importa. Su destino está sellado. El camino recorrido es lo que finalmente destaca.